No podremos afrontar retos si nuestra vida no está en orden delante de Dios. Se nos olvida que somos templo del Espíritu Santo, y que el Señor mora en nosotros y no podemos servir a dos señores. No puedes amar las cosas de este mundo y amar a Dios, porque realmente estás amando las cosas de este mundo y a Dios le tienes en un segundo lugar
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