En Dios damos frutos, pero para seguir dando fruto, nuestras vidas deben ser limpiadas y podadas para que den aun más fruto. En la poda, el labrador (Dios Padre es el labrador) comienza a cortar para sanear para la temporada siguiente a fin de que seamos perfeccionados en el Señor. «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto». (Juan 15:1-2)
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