Todos los hombres mantienen una lucha en su mente entre fe e incredulidad. Cuando uno tiene fe, cree y tiene la convicción de que las cosas son posibles de lograr, posibles de alcanzar y posibles de conseguir.
La fe debe alcanzar cualquier área de nuestra vida y cualquier situación en la que nos encontremos. En el momento en que piensas que algo está perdido comienzas a darle paso a la incredulidad que es justamente lo contrario a la fe. La falta de fe disminuye nuestras fuerzas, nos hace palidecer y frena nuestro avance.
La biblia nos habla de una mujer que decidió tener fe en un tiempo difícil de su vida. Marcos 5 cuenta que durante 12 años esta mujer sufrió de hemorragias, había sufrido mucho a manos de muchos médicos y había gastado en ellos toda su fortuna sin conseguir nada, sino ir de mal en peor. Aquella mujer había oído hablar de Jesús y confundiéndose entre la gente, llegó hasta él y por detrás le tocó el manto, diciéndose a sí misma. “Sólo con que toque su manto, me curaré”. Y efectivamente, le desapareció de inmediato la causa de sus hemorragias y sintió que había quedado curada de su enfermedad. Jesús se dio cuenta que poder había salido de él y estando en medio de tanta gente preguntó. ¿Quién ha tocado mi manto? La mujer, con temor porque sabía lo que le había pasado se postró a los pies de Jesús y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, libre ya de tu enfermedad”.
Te invito a que tomes la decisión en tu corazón de creer en este día y no ser incrédulo porque Jesucristo puede cambiar tus circunstancias en un solo instante si decides creer en Él.